ROSARIO DE LOS 7 DOLORES DE MARÍA
Como rezar este rosario:
Para continuación encontrará
una descripción de este sorprendente rosario, según la misma Virgen María le
enseño a Marie-Claire en Kibeho. Puede ser rezado en voz alta o meditado en
silencio, solo o con otras personas; la clave es que las oraciones, reflexiones
y meditaciones, provengan de las profundidades de su corazón. Es importante que
en cada misterio de dolor, se tome un momento para meditar en la magnitud del
sufrimiento de María y en el poder de su amor.
Oraciones preparatorias
†
Por la Señal de la
Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios Nuestro. En el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
- Ven
Espíritu Santo, ven por medio de la Poderosa Intercesión del Doloroso y Dulce
Corazón Inmaculado de María, tu Amadísima esposa. Amén.
- Oración introductoria:
Dios mío te ofrezco este
rosario para tu Gloria, en honor de tu Santísima Madre, la Virgen Santa, para
compartir y meditar en su sufrimiento. Te ruego con humildad que me ayudes a
arrepentirme de corazón de mis pecados, sabiduría. Amen.
- Acto de Contrición:
Oh mi Dios, siento
profundamente haberte ofendido y detesto todos mis pecados porque me horroriza
la pérdida del cielo y los dolores del infierno; pero, más que nada, porque te
he ofendido, Dios mío, tú eres toda bondad y gran merecedor de todo mi amor.
Deseo firmemente, con la ayuda de tu gracia, confesar mis pecados, hacer
penitencia y enmendar mi vida. Amén.
-- Tres Avemarías para dar
gracias a Dios por las lágrimas de nuestra Madre Dolorosa.
Jaculatoria:
Madre Misericordiosa,
recuérdanos siempre los sufrimientos de tu Hijo, Jesús.
PRIMER MISTERIO DOLOROSO
La Profecía de Simeón
(Lucas 2:22-35)
(Lucas 2:22-35)
Cuando se cumplieron los
días para la purificación de ellos, según la ley de Moisés, le trajeron a
Jerusalén para presentarle al Señor (como está escrito en la Ley del Señor:
TODO VARÓN QUE ABRA LA MATRIZ SERÁ LLAMADO SANTO PARA EL SEÑOR), y para ofrecer
un sacrificio conforme a lo dicho en la Ley del Señor: UN PAR DE TÓRTOLAS O DOS
PICHONES
Allí, el viejo sacerdote
Simeón sostuvo al bebé Jesús en sus brazos, mientras el Espíritu Santo inundaba
su corazón. Simeón reconoció a Jesús como el Salvador prometido y lo levantó
hacia el cielo, dando gracias a Dios, por concederle haber vivido lo suficiente
para contemplar al Mesías.
"Ahora tu siervo puede
morir en paz, mi Señor", dijo.
Simeón los bendijo, y dijo a su madre María: He aquí, este niño ha sido
puesto para la caída y el levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal
de contradicción 35 (y una espada traspasará aun tu propia alma) a fin de que
sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
La Virgen María, sabiendo que había dado luz
al Salvador de la humanidad, comprendió y aceptó de inmediato la profecía de
Simeón. A pesar de sentirse
profundamente conmovida por la gracia de haber concebido a Jesús, su corazón
permaneció turbado y confuso, porque sabía lo que se había escrito sobre los tormentos
y la muerte consecuente del Salvador. Cuando observaba a su Hijo, recordaba
constantemente los sufrimientos a los cuales sería sometido, convirtiendo estos
en sus propios sufrimientos.
Oración:
Querida Madre María, cuyo
corazón sufrió por nuestra causa más allá de lo soportable, enséñanos a sufrir
contigo y con amor, y aceptar todo el sufrimiento que Dios considere necesario
enviarnos.
Permítenos sufrir, y que
nuestro sufrimiento sea conocido solo por Dios, como el tuyo y el de Jesús. No
permitas que el mundo vea nuestro dolor si no que se convierta en algo más
significativo, cuya finalidad sirva para expiar por los pecados del mundo.
Tu Madre que sufriste con el
Salvador de la humanidad, te ofrecemos nuestro sufrimiento y el sufrimiento del
mundo, porque somos tus hijos. Une esos sufrimientos a los tuyos y a los de
Nuestro Señor Jesucristo, Y luego ofrecerlos a Dios Padre, para que El conozca
a su criatura. Eres la Madre más grandiosa del mundo.
Un Padre Nuestro y 7 Ave
Marías...
Jaculatoria:
Madre Misericordiosa,
recuérdanos siempre los sufrimientos de tu Hijo, Jesús.
SEGUNDO MISTERIO DOLOROSO
La huida a Egipto
(Mateo 2:13-15)
(Mateo 2:13-15)
Cuando José le revelo las
palabras del ángel, María sintió un vuelco en su corazón y gran consternación:
debían levantarse rápido y huir a Egipto porque Herodes quería matar a Jesús.
La Virgen apenas tuvo tiempo
para decidir qué dejar y que llevarse; tomó
al niño en sus brazos y dejo atrás todo lo demás, precipitándose ante José para
apresurarse según los deseo de Dios. Luego dijo: “A pesar de que Dios tiene
poder sobre todas las cosas, El desea que huyamos a Egipto con Jesús, Su Hijo.
Dios nos mostrara el camino y llegaremos sin ser atrapados por el
enemigo."
Como la Virgen era la
Madre de Jesús, ella lo amaba más que nadie. Su Corazón estaba profundamente
consternado al ver la incomodidad de su pequeño hijo, y sufrió mucho porque
este temblaba de frío. A pesar del cansancio, el hambre y el sueño que
ella y su esposo sintieron en este largo viaje, la única preocupación de María
era la seguridad y la comodidad de su hijo.
Temía encontrarse frente a
frente a los soldados a quienes les habían ordenado matar a Jesús, porque estaba
consciente de que el enemigo estaba todavía en Belén. Durante este viaje, su
Corazón se mantuvo en constante angustia. También sabía que a donde se
dirigían, no encontrarían caras amistosas esperándoles.
Oración:
Querida Madre María, que has
sufrido tanto, danos tu valeroso Corazón. Danos la Fortaleza para que seamos
valientes como tú y aceptemos con amor el sufrimiento que Dios nos envía en
nuestro caminar.
Ayúdanos también a aceptar
todo el sufrimiento que nos infligimos a nosotros mismos y el sufrimiento
infligido a nosotros por los demás. Madre del Cielo, purifica, en unión con
Jesús, nuestro sufrimiento para que podamos glorificar a Dios y salvar nuestras
almas.
Un Padre Nuestro y 7 Ave
Marías...
Jaculatoria:
Madre Misericordiosa,
recuérdanos siempre los sufrimientos de tu Hijo, Jesús.
TERCER MISTERIO DE DOLOR
Jesús perdido en el Templo
(Lucas 2:41-52)
(Lucas 2:41-52)
Jesús era el único Hijo
engendrado por Dios, pero también era el hijo de María. La Virgen amaba a Jesús
más que a ella misma porque Él era su Dios. Comparado con otros niños, El era
único porque ya vivía siendo Dios.
Cuando María perdió a Jesús, mientras regresaba de Jerusalén, el mundo se convirtió en algo tan grande y solitario que creyó que no podría seguir viviendo sin Él, tan grande era su dolor. (Ella sintió el mismo dolor que su hijo cuando fue luego abandonado por sus apóstoles durante la Pasión.)
Cuando María perdió a Jesús, mientras regresaba de Jerusalén, el mundo se convirtió en algo tan grande y solitario que creyó que no podría seguir viviendo sin Él, tan grande era su dolor. (Ella sintió el mismo dolor que su hijo cuando fue luego abandonado por sus apóstoles durante la Pasión.)
Cuando la Virgen busco
ansiosa a su Amado Hijo, un profundo dolor brotó en su corazón. Se culpó a sí
misma, preguntándose por qué no lo había cuidado mejor. Cuando sus padres le
vieron, se quedaron maravillados; y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué nos has
tratado de esta manera? Mira, tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de
angustia. Entonces Él les dijo: ¿Por qué
me buscabais? ¿Acaso no sabíais que me era necesario estar en la casa de mi
Padre?
Pero ellos no entendieron
las palabras que Él les había dicho. Y descendió con ellos y vino a Nazaret, y
continuó sujeto a ellos. Y su madre atesoraba todas estas cosas en su corazón.
Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los
hombres.
Oración:
Querida Madre, enséñanos a
aceptar todos nuestros sufrimientos por nuestros pecados y para expiar los pecados
del mundo entero.
Un Padre Nuestro y 7 Ave Marías...
Jaculatoria:
Madre Misericordiosa,
recuérdanos siempre los sufrimientos de tu Hijo, Jesús.
CUARTO MISTERIO DE DOLOR
María se encuentra con Jesús camino al Calvario
(Lucas 23:27-31)
(Lucas 23:27-31)
María vio a Jesús cargando
solo la pesada cruz: la cruz con la que sería crucificado. Notando como su hijo
se estaba debilitando por los numerosos azotes recibidos por los garrotes de
los soldados, se lleno de angustia al ver su dolor. A pesar de estar sin
fuerzas, los soldados continuaban apurándolo y empujándolo.
El cayo, exhausto, incapaz de levantarse. En ese momento, los ojos de María, tan llenos de amor y compasión, se encontraron con los de su hijo, adoloridos y llenos de sangre. Sus corazones parecían estar compartiendo la misma carga; cada dolor que Él sentía, ella también lo sentía. Ambos sabían que nada se podía hacer excepto creer y confiar en Dios, y entregarle sus sufrimientos a Él. Lo único que podían hacer era dejar todo en manos de Dios.
El cayo, exhausto, incapaz de levantarse. En ese momento, los ojos de María, tan llenos de amor y compasión, se encontraron con los de su hijo, adoloridos y llenos de sangre. Sus corazones parecían estar compartiendo la misma carga; cada dolor que Él sentía, ella también lo sentía. Ambos sabían que nada se podía hacer excepto creer y confiar en Dios, y entregarle sus sufrimientos a Él. Lo único que podían hacer era dejar todo en manos de Dios.
Oración:
Querida Madre, golpeada
duramente por el dolor, ayúdanos a soportar con valor y amor nuestro propio
dolor, de manera que podamos aliviar nuestro herido Corazón y el de Jesús. Al
hacerlo, que podamos dar Gloria a Dios, quien te entrego a ti y a Jesús a la
humanidad. Como tú lo hiciste, enséñanos a sufrir en silencio y con paciencia.
Concédenos la gracia de amar a Dios en todas las cosas. Oh, Madre de los
Dolores, la más afligida de todas las madres, ten piedad de los pecadores de
todo el mundo.
Un Padre Nuestro y 7 Ave Marías...
Jaculatoria:
Madre Misericordiosa,
recuérdanos siempre los sufrimientos de tu Hijo, Jesús.
QUINTO MISTERIO DE DOLOR
María permanece al pie de la cruz
(Juan 19:25-27)
(Juan 19:25-27)
La Santa Virgen María continúo ascendiendo la
montaña hasta el Calvario, siguiendo a Jesús con fatiga y con dolor, no
obstante, sufría en silencio. Ella lo vio resbalar y caerse varias veces con la
cruz, y fue testigo de los golpes que recibió su Hijo por parte de los soldados,
quienes alaban su cabello para obligarlo a mantenerse de pie.
A pesar de su inocencia,
cuando Jesús llegó a la cima de Calvario, le ordenaron que confesara frente a
la muchedumbre para que pudieran reírse de Él. María sintió profundamente el
dolor y la humillación de su Hijo, en particular cuando los que lo atormentaban
lo obligaron a quitarse lo que quedaba de sus vestiduras.
La Virgen sintió su Corazón enfermo a ver como esos tiranos crucificaban a su Hijo desnudo, avergonzándolo terriblemente, solo para divertir y entretener a la muchedumbre. (Jesus y María sentían más profundamente el dolor que la gente común, porque ellos eran santos y sin pecado).
La Santa Virgen María sintió dolor más allá de lo soportable cuando los miembros del cuerpo de Jesús fueron estirados sobre la cruz. Sus asesinos cantaban alegremente mientras se acercaban a Él con martillos y clavos. Se sentaron pesadamente sobre Él para que nos e pudiera mover cuando lo clavaron al madero. Mientras martillaban los clavos, perforaban su carne mientras rasgaban el cuerpo de su Hijo. Su vida se le escapaba ante ella.
La Virgen sintió su Corazón enfermo a ver como esos tiranos crucificaban a su Hijo desnudo, avergonzándolo terriblemente, solo para divertir y entretener a la muchedumbre. (Jesus y María sentían más profundamente el dolor que la gente común, porque ellos eran santos y sin pecado).
La Santa Virgen María sintió dolor más allá de lo soportable cuando los miembros del cuerpo de Jesús fueron estirados sobre la cruz. Sus asesinos cantaban alegremente mientras se acercaban a Él con martillos y clavos. Se sentaron pesadamente sobre Él para que nos e pudiera mover cuando lo clavaron al madero. Mientras martillaban los clavos, perforaban su carne mientras rasgaban el cuerpo de su Hijo. Su vida se le escapaba ante ella.
Cuando los soldados
levantaron la cruz, para luego dejarla caer dentro del agujero que habían
cavado, la sacudieron intencionalmente con fuerza causando que el peso del cuerpo
de Jesús desgarrara la carne de sus manos hasta los huesos. El dolor atravesaba
su cuerpo como fuego líquido. Allí padeció tres horas de tortura clavado en la
cruz, aunque el dolor físico no era nada comparado con el agonizante dolor que
tuvo que padecer al ver el sufrimiento de su Madre a sus pies. Afortunadamente,
murió al fin.
Oración:
Querida Madre, Reina de los
Mártires, danos el valor que tuviste en todos tus sufrimientos para que podamos
unir nuestros sufrimientos a los tuyos y demos gloria a Dios. Ayúdanos a seguir
sus mandamientos y los de la Iglesia, de manera que el sacrificio de Nuestro
Señor no sea en vano, y que todos los pecadores del mundo sean redimidos.
Un Padre Nuestro y 7 Ave Marías...
Jaculatoria:
Madre Misericordiosa,
recuérdanos siempre los sufrimientos de tu Hijo, Jesús.
SEXTO MISTERIO DE DOLOR
María recibe el cuerpo sin vida de Jesús en sus brazos (Juan 19:38-40)
Los Amigos de Jesús, José y
Nicodemo, bajaron su cuerpo de la cruz y lo colocaron en brazos de la Virgen.
Ella lo lavo con profundo respeto y amor porque era su Madre. Sabía mejor que
nadie que El era Dios encarnado, que había tomado un cuerpo humano, para
convertirse en el Salvador de la humanidad.
María miraba las terrible
heridas de los azotes que Jesús había recibido donde Pilatos. Su carne había
sido destrozada y largas tiras habían sido arrancadas de su espalda. Todo su cuerpo estaba tan lacerado
que las heridas abiertas recorrían su cuerpo desde la cabeza hasta los dedos de
los pies.
María se dio cuenta de que las heridas de los clavos eran menos severas que las causadas por los azotes y por el peso de la cruz. Estaba horrorizada al pensar que su Hijo había logrado cargar la pesada y astillada cruz todo el camino hasta el Calvario.
Vio el círculo de sangre que la corona de espinas dejo en su frente y, para su horror, descubrió que muchas de las punzantes espinas, habían perforado tan profundamente su cráneo, que habían logrado penetrar su cerebro. Observando a su devastado hijo, la madre supo que la agonía de su muerte había sido mucho peor que la tortura reservada para el criminal más malvado del mundo.
Mientras limpiaba su maltratado cuerpo, visualizo cada etapa de su corta vida, recordando cuando vio por primera vez su carita de recién nacido, cuando ambos yacían en el pesebre, y cada día, hasta aquel desgarrador momento en que ella bañaba con delicadeza su cuerpo sin vida. Su angustia era implacable mientras preparaba a su Hijo y Señor para su entierro, pero permaneció valiente y fuerte, convirtiéndose en la verdadera Reina de los Mártires.
En el momento en que lavaba a su hijo, rezo par que todos conocieran las riquezas del Paraíso y entraran a las Puertas del Cielo. Rezo para que todas las almas acogieran el amor de Dios, de manera que la tortura y muerte de su Hijo beneficiará a toda la humanidad y no fueran en vano. María rezo por el mundo; rezo por todos nosotros.
María se dio cuenta de que las heridas de los clavos eran menos severas que las causadas por los azotes y por el peso de la cruz. Estaba horrorizada al pensar que su Hijo había logrado cargar la pesada y astillada cruz todo el camino hasta el Calvario.
Vio el círculo de sangre que la corona de espinas dejo en su frente y, para su horror, descubrió que muchas de las punzantes espinas, habían perforado tan profundamente su cráneo, que habían logrado penetrar su cerebro. Observando a su devastado hijo, la madre supo que la agonía de su muerte había sido mucho peor que la tortura reservada para el criminal más malvado del mundo.
Mientras limpiaba su maltratado cuerpo, visualizo cada etapa de su corta vida, recordando cuando vio por primera vez su carita de recién nacido, cuando ambos yacían en el pesebre, y cada día, hasta aquel desgarrador momento en que ella bañaba con delicadeza su cuerpo sin vida. Su angustia era implacable mientras preparaba a su Hijo y Señor para su entierro, pero permaneció valiente y fuerte, convirtiéndose en la verdadera Reina de los Mártires.
En el momento en que lavaba a su hijo, rezo par que todos conocieran las riquezas del Paraíso y entraran a las Puertas del Cielo. Rezo para que todas las almas acogieran el amor de Dios, de manera que la tortura y muerte de su Hijo beneficiará a toda la humanidad y no fueran en vano. María rezo por el mundo; rezo por todos nosotros.
Oración:
Te damos gracias, Querida
Madre, por tu valor mientras estuviste ante la cruz, a los pies de tu hijo
moribundo, para consolarlo. Cuando nuestro Salvador lanzó su último suspiro tú
te convertiste en una madre maravillosa para todos nosotros; te convertiste en
la Madre Santa del mundo. Sabemos que nos amas más que nuestros padres
terrenales.
Te imploramos que seas nuestra defensora ante el trono de la misericordia y la gracia, para que verdaderamente nos convirtamos en tus hijos. Te damos gracias por Jesús, nuestro Salvador y Redentor, y le damos las gracias a Jesús por habernos dado una Madre como tú. Madre, por favor ruega por nosotros..
Te imploramos que seas nuestra defensora ante el trono de la misericordia y la gracia, para que verdaderamente nos convirtamos en tus hijos. Te damos gracias por Jesús, nuestro Salvador y Redentor, y le damos las gracias a Jesús por habernos dado una Madre como tú. Madre, por favor ruega por nosotros..
Un Padre Nuestro y 7 Ave Marías...
Jaculatoria:
Madre Misericordiosa,
recuérdanos siempre los sufrimientos de tu Hijo, Jesús.
SÉPTIMO MISTERIO DE DOLOR
Jesús es colocado en la tumba
(Juan 19:41-42)
(Juan 19:41-42)
La vida de la Virgen María
estaba tan vinculada a la de Jesús que ella pensó que ya no había razón para
seguir viviendo. Su única Consuelo era que con su muerte había terminado su inefable
sufrimiento. Nuestra Madre Dolorosa, con la ayuda de Juan y las santas mujeres,
colocaron con devoción el cuerpo de Jesús en el sepulcro, y lo dejaron allí
como si fuera cualquier muerto.
Se fue a su casa con grande y terrible dolor; por primera vez estaba sola, sin Él, y su soledad era una nueva y amarga fuente de dolor. Su Corazón había empezado a morir desde que el Corazón de su hijo había dejado de latir, pero estaba segura de que Nuestro Salvador iba a resucitar pronto.
Se fue a su casa con grande y terrible dolor; por primera vez estaba sola, sin Él, y su soledad era una nueva y amarga fuente de dolor. Su Corazón había empezado a morir desde que el Corazón de su hijo había dejado de latir, pero estaba segura de que Nuestro Salvador iba a resucitar pronto.
Oración:
Amadísima Madre, tu belleza
sobrepasa la de todas las madres, madre de Misericordia Madre de Jesús, y Madre
de todos nosotros, somos tus hijos y depositamos toda nuestra confianza en ti.
Enséñanos a ver a Dios en todas las cosas y en todas las situaciones, incluso
en nuestro sufrimiento, y también a conocer su propósito según la intención de
Dios.
Tú misma fuiste concebida
sin pecado, fuiste preservada del pecado, sin embargo, sufriste más que nadie.
Aceptaste el sufrimiento y el dolor con amor y valentía inconcebibles.
Te mantuviste junto a tu Hijo desde el momento en que fue arrestado hasta que murió. Sufriste junto a Él, sentiste cada dolor y tormento que El sintió. Cumpliste con la voluntad de Dios Padre; y según Su voluntad te uniste a la misión Salvadora de Jesús.
Te rogamos, querida Madre, que nos enseñes a ser como Jesús; a aceptar nuestra cruz con valor. Confiamos en ti, Madre Misericordiosa, enséñanos a sacrificarnos por todos los pecadores del mundo. Ayúdanos a seguir las huellas de tu Hijo e incluso a estar dispuestos a dar nuestras vidas por los demás.
Te mantuviste junto a tu Hijo desde el momento en que fue arrestado hasta que murió. Sufriste junto a Él, sentiste cada dolor y tormento que El sintió. Cumpliste con la voluntad de Dios Padre; y según Su voluntad te uniste a la misión Salvadora de Jesús.
Te rogamos, querida Madre, que nos enseñes a ser como Jesús; a aceptar nuestra cruz con valor. Confiamos en ti, Madre Misericordiosa, enséñanos a sacrificarnos por todos los pecadores del mundo. Ayúdanos a seguir las huellas de tu Hijo e incluso a estar dispuestos a dar nuestras vidas por los demás.
Un Padre Nuestro y 7 Ave Marías...
Jaculatoria:
Oración Final:
Reina de los Mártires, tú
que has padecido tanto, te ruego, por los méritos de las lágrimas que
derramaste en estos terribles y dolorosos momentos, que obtengas para mí, y
todos los pecadores del mundo, la gracia de la sinceridad completa y el
arrepentimiento. Amén.
Repita tres veces:
María, concebida sin pecado,
habiendo sufrido por nosotros, R. ruega por nosotros.
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