LOS SIETE DOLORES DE LA
VIRGEN MARÍA
Ven Espíritu Santo, Ven,
Ven por medio de la poderosa intercesión del Doloroso y Dulce Corazón
Inmaculado de María, Tú Amadísima esposa, Ven...
Primer Dolor:
La
profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús
Virgen
María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que
una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en
cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención sería a base
de dolor; te acompañamos en este dolor... Y, por los méritos del mismo, haz que
seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.
Dios
te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres
entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa
María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte, Amén.
Segundo Dolor:
La
huida a Egipto con Jesús y José
Virgen
María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir
precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu
Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que
precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor
. . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las
tentaciones del demonio.
Dios
te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres
entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa
María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte, Amén.
Tercer Dolor:
La
pérdida de Jesús
Virgen
María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que
sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le
habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de
San José; te acompañamos en este dolor. . . Y, por los méritos del mismo, haz
que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.
Dios
te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres
entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa
María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte, Amén.
Cuarto Dolor:
El
encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario
Virgen
María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que
sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras
culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era
creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser
condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado
como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de
espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y
ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las
espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor
sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande;
sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado;
te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos
dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.
Dios
te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres
entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa
María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte, Amén.
Quinto Dolor:
La
crucifixión y la agonía de Jesús
Virgen
María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que
sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu
amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a
nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su
pasión; Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te
acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás
muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.
Dios
te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres
entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa
María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte, Amén.
Sexto Dolor:
La
lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto
Virgen
María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste
al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la
hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor
que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por
quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente
y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de
algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este
dolor... Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como Él nos
amó.
Dios
te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre
todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María
Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra
muerte, Amén.
Séptimo Dolor:
El
entierro de Jesús y la soledad de María
Virgen
María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que
sentiste al enterrar a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el
universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último
momento; y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la
muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya
podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y
la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan
caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva le
acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de
aflicción; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo,
concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos…
Dios
te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres
entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa
María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra
muerte, Amén.
Oremos:
Madre nuestra,
tú estabas serena y fuerte
junto a la cruz de Jesús.
Ofrecías tu Hijo al Padre
para la redención del
mundo.
Lo perdías, en cierto
sentido,
porque él tenía que estar
en las cosas de su Padre,
pero lo ganabas porque se
convertía en Redentor del mundo, en el amigo que da la vida
por sus amigos.
María, ¡qué hermoso es
escuchar desde la cruz las palabras de Jesús:
“Ahí tienes a tu hijo”,
“ahí tienes a tu Madre”.
¡Qué bueno si te recibimos
en nuestra casa como Juan!
Queremos llevarte siempre
a nuestra casa.
Nuestra casa es el lugar
donde vivimos;
pero es sobre todo el
corazón,
donde mora la Trinidad
Santísima.
Amén.
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