ORACIÓN DE LA NATIVIDAD
DE NUESTRA SEÑORA
¡Qué grande gozo e
incomparable alegría debe tener todo el mundo el día de vuestro sagrado
nacimiento, ¡oh niña Benditísima! pues con la luz que vos, como alba divina, le
trajisteis, se bañó de nueva claridad y comenzó a respirar! A toda la Santísima
Trinidad alegrasteis con vuestro nacimiento; al Padre por haber nacido su dulce
esposa, al Hijo porque habías de ser su Madre, y al Espíritu Santo porque erais
su templo, y por su virtud habíais de concebir en vuestro vientre virginal al
Verbo Eterno. Los santos patriarcas vieron en este día cumplidos sus deseos;
los profetas acabadas aquellas sombras y figuras debajo de las cuales tantas
veces os dibujaron y pintaron, los ángeles su Reina y Señora, y los hombres de
honra, ornamento y gloria de todo el linaje humano; y finalmente, todos los
judíos y gentiles, justos y pecadores tienen hoy causa de particular regocijo,
por haber salido a luz la que había de darnos al que es luz y vida del mundo.
Vos, niña gloriosa,
nacisteis hoy la más linda, la más bella y hermosa y más adornada de gracias
que ninguna pura criatura. Porque así como vuestro precioso Hijo os fue muy
parecido en el ser natural como hijo a su madre, así vos fuisteis muy semejante
a vuestro Hijo en el ser de gracia, en la cual él era vuestro Padre; y así
convino que en el alma y en el cuerpo no hubiese cosa criada que con vos se
pueda comparar. Vos sois la segunda Eva y madre de los vivientes que vivirán
para siempre, vos más dichosa que Sara, más prudente que Rebeca, más hermosa
que Raquel, más fecunda que Lía, más excelente que María hermana de Moisés y Aarón,
más sabia que Débora, más fuerte que Judith, más graciosa que Ester, más
humilde que Abigail, más casta que Susana. Porque sois aquella mujer vestida de
sol y coronada de estrellas, que tiene la luna debajo de sus pies, y aquel
santuario que Dios hizo para habitar en él, y aquel arca fabricada de madera de
Stein, y forrada por dentro de oro purísimo, que son todas las virtudes con que
Dios os adornó.
Dios os salve, María
suavísima, hija sois de Eva, más para reparar las miserias de Eva; hija sois de
hombre, más madre de Dios; virgen sois, mas no sin fruto; fecunda sois, más sin
detrimento de vuestra pureza virginal. Dios os salve, Virgen sacratísima,
tálamo del Esposo celestial, templo de la sapiencia increada, sagrario del
Espíritu Santo, huerto de delicias, paraíso de deleites, vena de aguas vivas, y
depositaria de todas las gracias y dones de Dios, y singular entre todas las
criaturas; pues no hay cosa que os iguale, y todo lo que tiene ser está sobre
vos o debajo de vos, porque Dios solamente es sobre vos, y todo lo que no es
Dios está debajo de vos. Desde este punto y desde esta hora en que salisteis al
mundo para bien del mundo yo os reconozco y tomo por Señora mía, y os doy el
parabién y vasallaje como a Reina soberana del cielo y de la tierra, y madre de
mi Señor Jesucristo. Vos, Virgen purísima y niña sacratísima, tomadme por
esclavo perpetuo y de vuestro Hijo Benditísimo, para que yo con verdadero y
santo gozo me goce hoy de vuestro glorioso nacimiento. Amén.
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