HISTORIA DE LA VIRGEN DE LA CONSOLACIÓN
(Táriba, Venezuela)
¿Sabía Usted?: Cuentan los
historiadores que en el año 1570 llegaron a Táriba en el actual estado Táchira,
los frailes agustinos, devotos de la Virgen de la Consolación, trayendo consigo
una tabla donde estaba pintada la imagen de la Virgen María, a la que lograron
construirle una ermita. Dados diferentes conflictos contra la evangelización
española, los misioneros se vieron obligados a regresar a San Cristóbal y una
indígena piadosa recogió la imagen y la conservó.
A lo largo del tiempo fue
perdiendo el color y fue a parar al rincón de un granero. Un día del año 1600
que estaban jugando bolas criollas en casa del jefe encomendero de Táriba,
Alonso Álvarez de Zamora, necesitaban una tabla para cubrir un boquete que
tenía la cancha, y cuando la golpearon para romperla no pudieron, porque los
golpes emitían un sonido como de tambor.
Según la leyenda, la esposa
de Zamora se acercó y les dijo que en un tiempo, la tabla tenía la imagen de la
Virgen, y la volvió a colocar en el granero. Tres horas después, “notaron que
el granero ardía, pero al entrar vieron que un inmenso resplandor brotaba de la
tabla, en la que aparecía muy bien delineada una imagen con vivos colores. Era
la Virgen, que además su cara había tomado forma de mujer indígena”.
La renovación milagrosa,
como se le conoce a ese hecho, sucedió un día como hoy, 15 de agosto del año
1600, que es la razón por la que la Iglesia lo celebra como el día de Nuestra
Señora de la Consolación de Táriba. Es decir, la Virgen de la Consolación está
cumpliendo 443 años de haber llegado su imagen al país y 413 años de dicha
renovación milagrosa.
La historia de la Virgen de
la Consolación, “la que consuela”, está ligada a la historia de la fundación de
San Cristóbal, pues la villa se funda en 1561 y se establece un convento de
sacerdotes agustinos, que tienen como Virgen protectora de su orden a la
Consolación.
Se dice que en Latinoamérica
con la espada de los conquistadores vino la cruz, pero en Táriba la historia
fue muy diferente, no llegó la cruz sino la Virgen, pues la cultura del andino
siempre fue más matriarcal que patriarcal.
Muchos personajes
importantes de la historia venezolana le han hecho regalos a la advocación más
antigua de la virgen en Venezuela, entre ellos Simón Bolívar quien la visita el
17 de abril de 1813 durante la campaña admirable.
El general Cipriano Castro
le regaló la media luna que tiene dentro de su cofre. En tiempos de la colonia,
el pamplonés Dionisio Velasco vio que tres lámparas decoraban la imagen e hizo
que elaboraran la réplica de las mismas, que hace doscientos años fueron
donadas al Libertador para la causa de la patria.
La corona de la Virgen es
otro de los símbolos, y fue ofrenda del pueblo, cuando fue la imagen coronada
canónicamente, lo cual es la máxima distinción que la Iglesia católica
universal concede a una imagen, a una devoción. El primer cardenal venezolano,
José Humberto Quintero, fue el delegado por el papa Juan XXIII para realizar
dicha coronación.
En la tabla, muestran los
sacerdotes los hachazos que le dieron cuando fueron a destruirla. Pero la
historia de la imagen que los devotos pueden ver en la Basílica de Táriba,
también está plasmada en catorce vitrales que adornan el templo, cuyas réplicas
se pueden ver en la carroza que hoy transportará a la imagen.
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