Páginas: Novena Inmaculada Concepción

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MAYO MES DE MARÍA

viernes, 2 de abril de 2021

Los siete Dolores de la Virgen María

 


Los siete Dolores de la Virgen María

 (Esta oración nos ayudará a meditar, los Dolores que padeció la Virgen María)

T. Acto de Contrición: Señor mío, Jesucristo, me arrepiento profundamente de todos mis pecados. Humildemente suplico Tu perdón y por medio de Tu gracia, concédeme ser verdaderamente merecedor de Tu amor, por los méritos de Tu Pasión y Tu muerte y por los dolores de Tu Madre Santísima. Amén.


Primer Dolor: La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor... Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.


Segundo Dolor: La huida a Egipto con Jesús y José

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.


Tercer Dolor: La pérdida de Jesús

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este dolor. . . Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.


Cuarto Dolor: El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.


Quinto Dolor: La crucifixión y la agonía de Jesús

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor.... Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.


Sexto Dolor: La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor... Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como Él nos amó.

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.


Séptimo Dolor: El entierro de Jesús y la soledad de María

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo, en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos…. (pídase la gracia)

Dios te salve María, llena eres de gracia, El Señor es contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, Amén.

Oración final

Oh Doloroso e Inmaculado Corazón de María, morada de pureza y santidad, cubre mi alma con tu protección maternal a fin de que siendo siempre fiel a la voz de Jesús, responda a Su amor y obedezca Su divina voluntad. Quiero, Madre mía, vivir íntimamente unido a tu Corazón que está totalmente unido al Corazón de tu Divino Hijo. Átame a tu Corazón y al Corazón de Jesús con tus virtudes y dolores. Protégeme siempre. R. Amén.


Los siete dolores de María

 

 

Los siete dolores de María

Textos: D. Alfonso Crespo. Composición: Comisión de Espiritualidad de la Archicofradía Pontificia, Real, Ilustre y Venerable Archicofradía Sacramental de Culto y Procesión del Stmº Cristo de la Expiración y María Stmª de los Dolores Coronada

Fuente: https://www.expiracion.org/

 

Los Siete Dolores de María

 

HIMNO DE VÍSPERAS

¡Ay dolor, dolor, dolor,

por mi hijo y mi Señor!

 

Yo soy aquella María

del linaje de David:

¡Oíd, hermano, oíd

la gran desventura mía!

 

A mí me dijo Gabriel

que el Señor era conmigo,

y me dejó sin abrigo

más amarga que la hiel.

 

Díjome que era bendita

entre todas las nacidas,

y soy de las doloridas

la más triste y afligida.

 

Decid, hombres que corréis

por la vía mundanal,

decidme si visto habéis

igual dolor que mi mal.

 

Y vosotras que tenéis

padres, hijos y maridos,

ayudadme con mis gemidos,

si es que mejor no podéis.

 

Llore conmigo la gente,

alegres y atribulados,

por lavar los pecados

mataron a un Inocente.

 

¡Mataron a mi Señor,

mi redentor verdadero!

¡Cuitada!, ¿cómo no muero

con tan extremo dolor?

 

Señora, santa María,

déjame llorar contigo,

pues muere Dios y mi amigo,

y muerta esta mi alegría.

 

PRIMER DOLOR

LA PROFECÍA DE SIMEÓN EN LA PRESENTACIÓN AL TEMPLO

«… Mi primer dolor, hijos, comenzó en Jerusalén. Fuimos como judíos observantes a cumplir la Ley: presentar al primogénito en el Templo. Y al entrar en el primer atrio, se nos acerca un venerable anciano, que toma al Niño en sus brazos ante la inquietud de José y mía. Pero la calidez de su voz nos tranquiliza. Sus palabras comienzan con una alabanza, llamando a mi Hijo luz de las naciones y gloria de Israel.

Pero susurra también palabras proféticas: este Niño será signo de contradicción; y a ti, mujer, una espada te atravesará el alma (Lc 2,34) El vaticinio quedó prendido en mi corazón. Y todo lo entendí cuando tuve a mi Hijo muerto en el regazo, con el alma partida de dolor.

 

Oración:

María Stmª de los Dolores, te presentamos el sufrimiento de todas las madres ante el futuro incierto de sus hijos.

Dios te salve, María

 

SEGUNDO DOLOR

LA HUÍDA A EGIPTO

 

El segundo dolor, es fruto de la huida a Egipto. Dios, todopoderoso, tiene que defender a su Hijo de la ira de Herodes. Y tras el anuncio del ángel al justo José (cf. Mt 2,13), comenzamos una huida hacia la tierra desconocida de Egipto. José y yo hablamos del Dios poderoso, pero sólo contemplamos la debilidad de un Niño. Y oímos los gritos desgarrados de las madres de los Inocentes, que como un eco nos perseguía en el desierto. Y mi corazón de madre, se desgarraba. El camino de Egipto fue un camino de dolor y madurez en la fe. ¡Es difícil, a veces, entender los planes de Dios! pero el amor hace que las dudas se desvanezcan con la fuerza de la fe. Fue el amor el que nos hizo soportar el dolor de ser emigrantes en tierra extraña: nuestra seguridad la pusimos en las manos de Dios.

 

Oración:

María Stmª de los Dolores, te presentamos el sufrimiento de todas las familias que tienen que huir de su tierra por causa del hambre y de la guerra.

Dios te salve, María

 

TERCER DOLOR

JESÚS PERDIDO EN EL TEMPLO

El tercer dolor, fue también en el Templo. De nuevo, subimos a cumplir la Ley, y entonces Jesús, ya un adolescente crecido, se nos pierde. Le buscamos desandado el camino con las prisas y las alas del cariño. Y le encontramos en medio de sabios y doctores. Y como Madre le reclamo: ¿por qué nos has hecho esto, Hijo mío? José y yo te andamos buscando. Y mi hijo responde con palabras misteriosas: ¿no sabíais que tenía que ocuparme de las cosas de mi Padre? (Lc 2,48-49). Me sentí incomprendida en mi dolor, pero al mirarle descubrí el Misterio: yo buscaba a mi hijo y encontré al Hijo de Dios. Y así, mi Hijo se convirtió también en mi Maestro.

 

Oración:

María Stmª de los Dolores, te presentamos el sufrimiento de todas las madres que han perdido o están lejos de sus hijos por causa del trabajo, las guerras y los secuestros.

Dios te salve, María

 

CUARTO DOLOR

MARÍA ENCUENTRA A JESÚS CON LA CRUZ CAMINO DEL CALVARIO

El cuarto dolor, es un dolor compartido con las buenas mujeres de Jerusalén, que lloran contemplando al que carga con la Cruz en la calle de la Amargura camino del Calvario. Yo voy detrás, como siempre va el discípulo, aliviando con mi amor su sufrimiento, como queriendo traspasar de corazón a corazón tanto dolor. Lloro con las mujeres sencillas, que son madres, y recibo también la burla de los espectadores del horrible espectáculo. No fue largo el camino, pero fue un dolor interminable. Y recordaba las palabras de Isaías: Tomó sobre sí nuestros pecados y cargó con nuestros dolores... en sus heridas hemos sido curados (Is 53,4-5). Desde entonces, hijos, la llaman la Vía Dolorosa y en mi corazón tengo grabadas cada una de sus espinas.

 

Oración:

María Stmª de los Dolores, te presentamos el sufrimiento de todas las madres que están a los pies de sus hijos enfermos.

Dios te salve, María

 

QUINTO DOLOR

CRUCIFIXIÓN Y AGONÍA DE JESÚS

El quinto dolor, fue en el monte Calvario. Allí llegamos, pie con pie y mirada con mirada, el Hijo junto a la Madre. Su rostro desfigurado. Y comenzó el escarnio: le desnudaron, y la túnica que tejí con tanto mimo fue sorteada. No me entregaron nada. No me hacía falta. Los golpes de los clavos resonaban en mi corazón, y dolían más que la espada que en él había clavada: los dolores de un hijo, como el eco, se multiplican en el corazón de la madre. Y oí sus últimas palabras: Padre en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc 23,46) Y descansé al pensar: ¡está en buenas manos! Y a los pies de la Cruz, recibí la mejor herencia: Ahí tienes a tu hijo, susurró con el último aliento, entregándome en el discípulo amigo a los hijos dispersos del pecado. Era otro parto: en la Cruz todos los hombres fueron alumbrados a la Vida eterna, eran salvados.

 

Oración:

María Stmª de los Dolores, te acogemos como Madre nuestra y te presentamos el sufrimiento de todos los hijos huérfanos que hay en el mundo.

Dios te salve, María

 

SEXTO DOLOR

MARÍA RECIBE EL CUERPO DE JESÚS

En el sexto dolor, Estuve a punto de desvanecerme, al recibirlo, descolgado de la cruz, en el regazo. Fue Juan, el amigo y confidente de mi Hijo quien sostuvo mis brazos, las santas mujeres enjugaban mis lágrimas, mientras yo acariciaba con mis manos el rostro del Hijo muerto, contemplándolo con la secreta esperanza de creer que era sólo un desmayo. Le acuné como en Belén y recordé las palabras de la nana. Ahora, le tenía joven, hermoso, en mi regazo, porque ni el dolor ni la cruz, ni las espinas ni los salivazos, pudieron desdibujar aquel semblante que aún llevo grabado en mis entrañas. Todos mirábamos al que traspasaron (Jn 19,36). El silencio cortante del descendimiento, terminó entre sollozos.

 

Oración:

María Stmª de los Dolores, ponemos en tu maternal regazo a toda la Iglesia, Cuerpo místico de tu Hijo, que peregrina en la tierra.

Dios te salve, María

 

SÉPTIMO DOLOR

MARÍA EN EL SEPULCRO DE JESÚS

El séptimo dolor, es la consecuencia final de esta catástrofe: en un sepulcro nuevo le dejamos; un discípulo oculto, José de Arimatea, brindó este aposento. Y se corrió la losa y quedó la Luz encerrada en la noche: ¡nunca la tierra tuvo al sol tan dentro! Quedé en la más profunda soledad... Comenzaban los días más largos. ¡Sin poder contemplar a mi Hijo, para qué me sirve la mirada! Y recordé el salmo, que invitaba: Tu rostro buscaré, Señor (Sal 26,8). Mi corazón decía que no puede el dolor vencer al amor, que el amor siempre resucita y calma. Y tras el Amor corrí; en la noche busqué la Aurora, sabiendo que vendría la madrugada de Pascua».

 

Oración:

María Stmª de los Dolores, te rogamos por todos los difuntos de nuestra cofradía y te presentamos el dolor de todas las familias que en esta pandemia no pueden despedirse de sus fallecidos.

Dios te salve, María

 

STABAT MATER DOLOROSA

La Madre piadosa estaba

junto a la Cruz y lloraba,

mientras el Hijo pendía.

 

Cuya alma triste y llorosa,

traspasada y dolorosa,

fiero cuchillo tenía.

 

Oh, cuán triste y afligida

se vio la Madre escogida,

de tantos tormentos llena.

 

Cuando triste contemplaba

y dolorosa miraba

del Hijo amado la pena.

 

Hazme contigo llorar

y de veras lastimar

de su pena mientras vivo.

 

Porque acompañar deseo

en la Cruz, donde le veo

tu corazón compasivo.

 

Virgen de vírgenes santas,

llore yo con ansias tantas

que el llanto dulce me sea.

 

Porque tu pasión y muerte

tenga en mi alma de suerte

que siempre sus penas vea.

 

Oración Final

¡Oh María Santísima de los Dolores! Tú que permaneciste fiel a tu Hijo al pie de la Cruz, concédenos que seamos fieles a las últimas enseñanzas que nuestro Maestro y Señor nos impartió, antes de expirar.

Que perdonemos de corazón, como el perdonó a sus verdugos; que juzguemos a los pecadores con entrañas de misericordia, prontos a la clemencia; que en nuestras tribulaciones y caídas acudamos confiadísimos a Ti.

Te pedimos, ¡oh Virgen de los Dolores! que nos acompañes en la hora de la muerte para recoger nuestro espíritu purificado por el dolor y la penitencia, y conducirlo al Padre para que goce de su Divina Presencia.

Amén.

 

Los 7 Dolores de la Virgen

 

 

Los 7 Dolores de la Virgen

Esta oración nos ayudará a meditar, los Dolores que padeció la Virgen María.

 

T: Acto de Contrición: Señor mío, Jesucristo, me arrepiento profundamente de todos mis pecados. Humildemente suplico Tu perdón y por medio de Tu gracia, concédeme ser verdaderamente merecedor de Tu amor, por los méritos de Tu Pasión y Tu muerte y por los dolores de Tu Madre Santísima. Amén.

 

Primer Dolor

La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús

 

Lector 1: "Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.» Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción - ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»"

 

Lector 2: Meditación:

 Dijo la Virgen Santísima a Santa Matilde que, ante el aviso de Simeón, “toda su alegría se volvió tristeza”. Porque como le fue revelado a Santa Teresa, la Madre Santísima, aunque sabía desde el principio que su Hijo sería sacrificado por la salvación del mundo, sin embargo, desde esa profecía, conoció en particular y con más en detalle las penas y la muerte despiadada que le había de sobrevenir a su amado Hijo. Conoció que le iban a perseguir y contradecir en todo. En la doctrina, porque en vez de creerle lo habían de tener por blasfemo al afirmar que era Hijo de Dios, como lo declaró el impío Caifás cuando dijo: “Ha blasfemado… es Reo de muerte” (Mt 26, 65-66).

 

Lector 3: Oración a la Virgen María:

Por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención como corredentora sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor... Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.

Dios te salve, María...

 

Segundo Dolor

La huida a Egipto con Jesús y José

 

Lector 1: Después que ellos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.

 

Lector 2: Meditación:

  Cuando oyó Herodes que había nacido el Mesías esperado, temió neciamente que le iba a arrebatar su reino. Esperaba el impío que los Reyes Magos le trajeran noticias de dónde había nacido el Niño Rey a fin de quitarle la vida, pero al verse burlado por ellos, ordenó la matanza de todos los niños de Belén. Por eso el Ángel se apareció en sueños a San José y le ordenó: “Levántate, toma el Niño y a su Madre, y huye a Egipto” (Mt 2,13). Y entonces comprendió la afligida María que ya comenzaba a realizarse en su Hijo la profecía de Simeón, viendo que, apenas nacido, era perseguido a muerte. Qué sufrimiento el del Corazón de María oír que se le intimaba la orden de ir con su Hijo a tan duro destierro. Es fácil imaginar lo mucho que María sufrió en este viaje. Era grande la distancia hasta Egipto, trescientas millas requerían un viaje de treinta días. El camino era escabroso, desconocido y poco frecuentado, el clima, desapacible. María era doncella joven y delicada, no acostumbrada a semejantes viajes. ¿Dónde pernoctarían durante tan largo viaje con doscientas millas de desierto, sino sobre la arena? Vivieron en Egipto siete años. Eran forasteros desconocidos, sin rentas, sin dinero, sin parientes. Apenas podían sustentarse con sus modestos trabajos hechos a mano. María vivía allí tan en la pobreza que alguna vez pasaron hambre sin tener ni un bocado de pan que darle a su Hijo. Ver a Jesús y María con San José andar por el mundo como errantes y fugitivos nos debe mover a vivir también en la tierra como peregrinos, sin aferrarse a los bienes que el mundo ofrece, como quienes pronto lo tendremos que dejar todo y pasar a la vida eterna. Nos enseña además a abrazar la cruz, pues no se puede vivir en este mundo sin cruces. Amemos y consolemos a María acogiendo dentro de nuestros corazones a su Hijo, que todavía es perseguido y maltratado por los hombres con sus pecados.

 

Lector 3: Oración a la Virgen María:

 Por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor. . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.

Dios te salve, María...

 

Tercer Dolor

La pérdida de Jesús

 

Lector 1: Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; 45.pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.» .Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» .Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio."

 

Lector 2: Meditación:

  Qué ansiedad tuvo que experimentar esta afligida Madre durante aquellos tres días en los que anduvo por todos lados preguntando por su Hijo, como la Esposa de los Cantares: “¿Acaso habéis visto al que ama mi alma?” (Cant 3,3). Este tercer dolor de María primeramente debe servir de consuelo a quienes están desolados y no gozan de la presencia de su Señor, que en otro tiempo sintieron. Lloren, sí, pero con paz, como lloraba María la pérdida de su Hijo. Y el que quiera encontrar al Señor sepa que debe buscarlo, no entre las delicias y los placeres del mundo, sino entre las cruces y las mortificaciones, como lo buscó María. “Tu padre y yo te hemos buscado llenos de aflicción” (Lc 2,48) dijo Ella a su Hijo. Debemos aprender de María a buscar a Jesús. Por lo demás es el único bien que debemos buscar: Jesús. Si María lloró tres días la pérdida de su Hijo, con cuánta más razón deben llorar los pecadores que han perdido la gracia de Dios, porque esto es lo que hace el pecado, separa el alma de Dios, por lo cual, aunque un pecador sea muy rico, habiendo perdido a Dios, todo lo de la tierra no es más que humo y sufrimiento.

 

Lector 3: Oración a la Virgen María:

Por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este dolor. . . Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.

Dios te salve, María...

 

Cuarto Dolor

El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario

 

Lector 1: En su camino hacia el Calvario, Jesús va envuelto por una multitud de soldados, jefes judíos, pueblo, gentes de buenos sentimientos... También se encuentra allí María, que no aparta la vista de su Hijo, quien, a su vez, la ha entrevisto en la muchedumbre. Pero llega un momento en que sus miradas se encuentran, la de la Madre que ve al Hijo destrozado, la de Jesús que ve a María triste y afligida, y en cada uno de ellos el dolor se hace mayor al contemplar el dolor del otro, a la vez que ambos se sienten consolados y confortados por el amor y la compasión que se transmiten.

 

Lector 2: Meditación:

Oh Madre dolorosa”, le diría San Juan “Tu Hijo ya ha sido sentenciado a muerte y ya ha salido llevando Él mismo la cruz camino del Calvario. Ven, si quieres verlo y darle el último adiós en el camino por donde ha de pasar.” Parte María con Juan. Esperó en aquel lugar ¡y cuántos escarnios tuvo que oír de los judíos –que ya la conocían– dirigidos contra su Hijo, y, tal vez, contra Ella misma! ¡Qué exceso de dolor fue para Ella ver los clavos, los martillos y los cordeles que llevaban delante los verdugos y todos los horribles instrumentos para matar a su Hijo! Pero ahora los instrumentos de ejecución, los verdugos, todos han pasado. María levanta sus ojos. Y ¿qué ve? ¡Oh Señor! Ve a un joven cubierto de sangre y heridas de pies a cabeza, con una corona de espinas, con una pesada cruz sobre sus espaldas. Miró a Él pero apenas lo reconoció. Las heridas, los hematomas y la sangre coagulada le hacían semejante a un leproso, estaba desconocido. El Hijo, apartándose de los ojos un grumo de sangre que le impedía la visión –como le fue revelado a Santa Brígida– miró a la Madre, y la Madre miró al Hijo. Sus miradas llenas de dolor fueron como otras tantas flechas que traspasaron aquellas almas enamoradas. Pero a pesar de que ver morir a Jesús le ha de costar un dolor tan acerbo, la amante María no quiere dejarlo. La Madre lleva su cruz y le sigue para ser crucificada con Él. Tengamos compasión de Ella y procuremos seguir a su Hijo y a Ella también nosotros, llevando con paciencia la cruz que nos envía el Señor.

 

Lector 3: Oración a la Virgen María:

Por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.

Dios te salve, María...

 

Quinto Dolor

La crucifixión y la agonía de Jesús

 

Lector 1: "Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» .Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed.» Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido.» E inclinando la cabeza entregó el espíritu."

 

Lector 2: Meditación:

Apenas llegado al Calvario el Redentor, rendido de fatiga, los verdugos lo despojaron de sus vestiduras y clavaron en la cruz sus sagradas manos y sus pies. Una vez crucificado, levantaron en alto la cruz, y así lo dejaron hasta que muriera. Lo abandonaron los verdugos, pero no lo abandonó su Madre. Entonces se acercó más a la cruz para asistir a su muerte. Así lo dijo la Santísima Virgen a Santa Brígida: “Yo no me separaba de Él, y me aproximé más a su cruz”. Oh verdadera Madre, Madre llena de amor, a la que ni siquiera el espanto de la muerte pudo separar del Hijo amado. Pero, oh Señor, ¡qué espectáculo tan doloroso era ver a este Hijo agonizando sobre la cruz, y ver agonizar a esta Madre al pie de la cruz, que sufría todas las penas que padecía el Hijo! Todos estos sufrimientos de Jesús, eran a la vez sufrimientos de María. “Cuantas eran las llagas en el cuerpo de Cristo –dice San Jerónimo– otras tantas eran las llagas en el corazón de María.” “El que entonces se hubiera encontrado en el Calvario, dice San Juan Crisóstomo, habría encontrado dos altares donde se consumaban dos grandes sacrificios: Uno en el cuerpo de Jesús, y otro en el Corazón de María”

 

Lector 3: Oración a la Virgen María:

Por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.

Dios te salve, María...

 

Sexto Dolor

La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto

 

Lector 1: "Y ya al atardecer, como era la Preparación, es decir, la víspera del sábado, vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios, y tuvo la valentía de entrar donde Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. Se extrañó Pilato de que ya estuviese muerto y, llamando al centurión, le preguntó si había muerto hacía tiempo. Informado por el centurión, concedió el cuerpo a José, quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro que estaba excavado en roca; luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro" .

 

Lector 2: Meditación:

Basta decirle a una madre que ha muerto su hijo para revivir en ella todo el amor hacia el hijo perdido. “Uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua” (Jn 19,34 Compartió Cristo con su Madre el sufrimiento de esta herida. De modo que él recibió el ultraje y María el dolor. Fueron tantos y tales los sufrimientos de María, que no murió sólo por milagro de Dios. En los demás dolores tenía al menos a su Hijo que la compadecía, pero en éste no tenía al Hijo que la pudiera consolar. He aquí que ya bajan a Jesús de la cruz y la afligida Madre, extendiendo los brazos, va al encuentro de su amado Hijo, lo abraza y después se sienta al pie de la cruz. Su Hijo murió por los hombres, pero ellos continúan persiguiéndole y crucificándole con sus pecados. Tomemos la resolución de no atormentar más a esta Madre Dolorosa, y si en lo pasado la hemos afligido con nuestros pecados, hagamos ahora lo que Ella nos pide.

 

Lector 3: Oración a la Virgen María:

Por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor... Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como Él nos amó.

Dios te salve, María...

 

Séptimo Dolor

El entierro de Jesús y la soledad de María

 

Lector 1: Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús."

 

Lector 2: Meditación:

 A fin de considerar mejor este último misterio de dolor, volvamos al Calvario para contemplar a la afligida Madre que aún tiene abrazado a su Hijo muerto. Los santos discípulos, temiendo que la Virgen muriese allí de dolor, se apresuraron a quitarle de su regazo al Hijo muerto para darle sepultura. Por lo cual, con reverente violencia se lo quitaron de los brazos, y, embalsamándolo con aromas, lo envolvieron en la sábana ya preparada. Lo llevan al sepulcro en fúnebre cortejo; la Madre Dolorosa sigue al Hijo camino a la sepultura. Al rodar la piedra para cerrar el sepulcro los angustiados discípulos del Salvador, debieron dirigirse a la Virgen para decirle: “Señora, hay que rodar la piedra, resígnate, míralo por última vez y despídete de tu Hijo” Por fin ruedan la piedra y queda encerrado en el Santo Sepulcro el Cuerpo de Jesús, aquel gran tesoro, que no lo hay mayor ni en el Cielo ni en la tierra. María deja sepultado su Corazón en el sepulcro con Jesús, porque Jesús es todo su tesoro: “Donde está tu tesoro está tu corazón” (Lc 12,34). Y con esto, dando el último adiós al Hijo y al sepulcro, se marchó y volvió a su casa. Andaba María tan triste y afligida, que, según San Bernardo: “provocaba las lágrimas de muchos”, de modo que por donde pasaba, los que la veían no podían contener el llanto, y agrega San Bernardo que los santos discípulos y mujeres que la acompañaban, lloraban aún más por Ella que por su Señor.

 

Lector 3: Oración a la Virgen María:

Por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva y corredentora, le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor... Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos...

Dios te salve, María...


Oración final

Oh Doloroso e Inmaculado Corazón de María, morada de pureza y santidad, cubre mi alma con tu protección maternal a fin de que siendo siempre fiel a la voz de Jesús, responda a Su amor y obedezca Su divina voluntad. Quiero, Madre mía, vivir íntimamente unido a tu Corazón que está totalmente unido al Corazón de tu Divino Hijo. Átame a tu Corazón y al Corazón de Jesús con tus virtudes y dolores. Protégeme siempre. Amén.


Leer las promesas y gracias que Jesús y María concederán a los devotos a los 7 dolores de María Santísima.... (clic aquí)



ROSARIO DE LA DULCE ESPERA


 

ROSARIO DE LA DULCE ESPERA

 

Historia de la Advocación:

Desde el Siglo V sabemos que existía veneración a esta advocación bajo distintos nombres: Virgen de la Esperanza, Virgen encinta, Virgen de la Divina Enfermera, Virgen de la Dulce Espera o Virgen de la O.

La razón del nombre «O» es la exclamación admirativa «oh», que inicia las antífonas del cántico evangélico en la oración de Vísperas desde el 17 al 23 de diciembre, las llamadas Antífonas mayores o Antífonas de Adviento.

Es una advocación mariana que se relaciona con el Adviento o espera de la Natividad de Cristo, y nos llama a permanecer fuertes en la virtud de la esperanza.

En la tierra andaluza (sur de España), la advocación de la Esperanza suscita mucha devoción popular. De entre todas destacan tres principales: La Virgen de la Esperanza de Triana (Sevilla), La Virgen de la Esperanza Macarena (Sevilla) y La Virgen de la Esperanza del Perchel (Málaga).

 

Señal de la Cruz...

 

Oración de sellamiento

Yo (N.N) me coloco a los pies de Jesucristo y me rindo a su Señorío, me ato a su santa voluntad, me amarro con los lazos infinitos de su misericordia, abro mi corazón de par en par para que penetre e invada todo mi ser.

 

En el nombre de Nuestro Señor Jesucristo muerto y resucitado, yo clamo y reclamo su preciosa sangre sobre mí, sobre mi familia, sobre mis bienes espirituales y materiales. Yo sello mi corazón para que con tu Sangre Preciosa sea limpiado de odios, resentimientos, temores, angustia, soledad, tristeza, dolor, etc.

 

Yo (N.N) sello mi espíritu en la Sangre Preciosa de

Jesús. Yo (N.N) sello mi alma en la Sangre Preciosa de Jesús. Yo (N.N) sello mi mente y voluntad en la Sangre Preciosa de Jesús.

 

Yo (N.N) sello mi pasado y mi presente en la Sangre

Preciosa de Jesús. Sello a mis hijos (nombrarlos) para que ante el sello poderoso de la Sangre de Jesús huya toda la fuerza del mal. Aplico la Sangre de Jesús sobre mi casa y los que habitan en ella. Derramo la Sangre de Jesús en mi trabajo o negocio para que queden sellados y ninguna potencia del maligno pueda hacerme daño.

Amén

 

ESPÍRITU SANTO, ALMA DE MI ALMA

Espíritu Santo, eres el alma de mi alma, te adoro humildemente.

Ilumíname, fortificarse, guíame, consuélame. Y en cuanto corresponde al plan eterno, Padre Dios revélame tus deseos. Dame a conocer lo que el Amor eterno desea en mí. Dame a conocer lo que debo realizar. Dame a conocer lo que debo sufrir. Dame a conocer lo que con silenciosa modestia y en oración, debo aceptar, cargar y soportar. Sí, Espíritu Santo, dame a conocer tu voluntad y la voluntad del Padre. Pues toda mi vida no quiero ser otra cosa que un continuado perpetuo Sí a los deseos y al querer del eterno Padre Dios. Amén.

 

ACTO DE CONTRICIÓN

Ten piedad de mí, Señor, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. No me arrojes lejos de tu presencia, ni retires de mí tu Santo Espíritu. Amén.

 

EL CREDO CATÓLICO DE LA IGLESIA »

“Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado. Descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso, y desde allí va a venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén”.

 

ROSARIO DE LA DULCE ESPERA

En este rosario contemplamos 3 misterios dirigidos al don de la vida y la encarnación de Dios..


PRIMER MISTERIO:

La encarnación de María en el vientre de su madre Santa Ana

Santa Ana desposada con San Joaquín tuvo un verdadero matrimonio ellos se amaron como marido y mujer. Para que ella siendo estéril hasta entonces, por obra del espíritu santo pudiera llevar en su seno a esta niña santa.

Dios mismo la purifico y su seno fue lavado del pecado original así María fue concebida sin pecado.

1 Padrenuestro (cuenta blanca)

 5 Ave Marías (cuenta celestes)


SEGUNDO MISTERIO

La encarnación de Jesús en el vientre de María

En su bondad infinita nuestro Padre ha escogido a María para hacer pasar a su hijo único al mundo de los hombres. Yo la luz he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en tinieblas. Jn 12

María dijo si a la voluntad de Dios. “yo soy la esclava del señor, hágase en mi según tu palabra" el Padre la escogió en su humildad por eso es la Inmaculada Concepción la bienaventurada siempre virgen María. Por ella, con ella y en ella todo debe cumplirse para restablecer el orden divino en esta tierra.

1 Padrenuestro (cuenta blanca)

 5 Ave Marías (cuenta celestes)


TERCER MISTERIO

María Madre de toda la humanidad.

Si el hijo de Dios paso por ella para asemejarse a los hijos de la tierra y reunirlos en Dios, la iglesia que reúne a todos los miembros de Cristo debe pasar por María como Cristo para renacer santa, pura sin mancha sin arruga. Estos hijos de la luz no podrían ser dados a la vida sino por la madre de la encarnación divina. María es la puerta del cielo. María es la madre de toda la iglesia.

1 Padrenuestro (cuenta blanca)

 5 Ave Marías (cuenta celestes)


A NUESTRA SEÑORA DE LA DULCE ESPERA 

María de la Dulce Espera, de los sueños tiernos y la esperanza larga. Bendigo tu maternidad divina, maravilla de DIOS en tu cuerpo de mujer. Desde hace un tiempo, yo también espero un hijo del amor. Siento que todo se transforma en mí. Te ruego protejas esta nueva vida que teje DIOS en mis entrañas. Te rogamos también, por los esposos que desean el don de un hijo, consérvalos en esta esperanza y, ayúdalos a apoyarse en el camino de la vida.

También, acuérdate, de los que han abierto su corazón a la adopción y, mantenlos en la alegría de su generosidad. Que el Espíritu Santo nos colme con su amor y así, mostremos al mundo que podemos, vivir como hermanos, amando, apoyando y, defendiendo la Vida. Amén.


ORACIÓN PARA ESPOSOS:

Invocación sobre los esposos que suplican la gracia de tener familia

Ven Espíritu Santo, llena el corazón de estos esposos con la gracia de tu amor y atiende la súplica que te hacen. Dios de bondad, de quien procede toda paternidad, te pedimos por quienes anhelan tanto el don de los hijos que puedan ver a esas criaturas en sus hogares. Bendice su amor para que sea fecundo y así también haya otros corazones que te alaben. Que Santa María, Madre de Dios, interceda para que estas familias crezcan por el milagro del amor y de la vida. Amén.


Salmo

Una alabanza a Dios, de una madre que espera a que se produzca en ella el milagro de la vida.


Salmo 138, 13-16

Tú creaste mis entrañas;

    me formaste en el vientre de mi madre.


14 ¡Te alabo porque soy una creación admirable!

    ¡Tus obras son maravillosas,

    y esto lo sé muy bien!


15 Mis huesos no te fueron desconocidos

    cuando en lo más recóndito era yo formado,

cuando en lo más profundo de la tierra

    era yo entretejido.


16 Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación:

    todo estaba ya escrito en tu libro;

todos mis días se estaban diseñando,

    aunque no existía uno solo de ellos.

Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

ORACIÓN DE GRATITUD A MARÍA NUESTRA MADRE

Gracias Madre porque te atreviste a tomar la vida con las dos manos. Gracias porque fuiste valiente. Gracias porque entendiste la maternidad como un servicio a la vida y la virginidad como una entrega. Gracias por ser alegre en un tiempo de tristes, por ser valiente en un tiempo de cobardes. Gracias por atreverte a ir embarazada hasta Belén. Gracias por haber sabido ser una mujer de pueblo. Gracias por haber sabido vivir sin milagros ni prodigios.

Gracias por haber sabido que estar llena no era estarlo de títulos y honores sino de amor. Gracias por haber respetado la vocación de tu hijo, por haberlo dejado crecer en libertad... por haber sabido quedarte en silencio y en la sombra durante su misión. Gracias por seguir siendo madre y mujer en el cielo por no cansarte de amamantar a tus hijos de ahora. Gracias por ser entre los hombres y mujeres la que más se ha parecido a tu Hijo. La que más cerca ha estado y está aún de Dios. Amén.


Señal de la Cruz...


V. Ave María Purísima,

R. Sin pecado concebida.


V. Nuestra Señora de la Dulce Espera,

R. Ruega por nosotros. Amén.


Salve

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te salve. A Tí clamamos los desterrados hijos de Eva, a Tí suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora Abogada Nuestra, vuelve a nosotros, esos tus ojos misericordiosos, y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh, clemente, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

 

MAGNIFICAT

(Lc 1, 46-55)

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre. Al Hijo y al Espíritu Santo como era en un principio ahora y siempre por los siglos. Amen.